Silenciarte
con mis propios dedos,
llegarte al hondo mundo
que aguardas en tu cueva
y retirar las telarañas
que tú ya limpias.
Recorrerte
y vislumbrar a ciegas
la curva que te gira
y hace espejo,
y así mismo liberarnos
nido de serpientes,
jadeante y silenciosa
a ojos vueltos
postrada en el tronco
de tu cuerpo.
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