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martes, 6 de noviembre de 2012

Enterarte que en poco más de una semana
toca uno de tus cantantes preferidos en la capital
y desear comprar dos entradas
para, por fin, ir acompañada

y susurrarle cosas al oído
mientras le aprietas fuerte de la mano,

y tararear
o inventar letras porque a veces
se te olvidan.

Enterarte de que es un jueves
y justo cuando sales de currar
me lanza imposibles como dardos:

Imposible llegar puntual.

Imposible encontrar entrada.

Imposible convencerte
-y convencerme-.

Quizás pronto y no tan tarde convenzamos al poeta









martes, 7 de agosto de 2012

El plan (¿im?) perfecto



 

Recogerte temprano
si el tren no llega con retraso,
morderme las uñas
mientras te espero
y andar de un lado a otro
como disimulando.

En estas fechas
todo el mundo espera a alguien.

Meterme en tu maleta
y esconderme tan solo tres días más,
no pensar en el pasado
y mucho menos en el futuro.

Dormir hasta la guardia.
Tan sólo silencio. Abrazo.

De vuelta siesta larga y picnic en la playa.
O a la inversa. 
El orden de factores no altera el producto.

Dormir a pierna suelta
y detener el puto reloj
- sin que se escapara lágrima alguna
y a pedir de tu-mi boca,
con los ojos abiertos,
frente a frente
como cuando hubiera sido posible
sin hacerlo súplica malentendida -

El domingo, cual día del Señor,
descanso y visita al desierto
en el que dicen se convierte una gran urbe
en pleno agosto.
De la mano. Simulando ser felices,
y no haber roto nunca un plato.

Cada cual entiende la amistad
a su manera -incluso sin perdonarnos-

Y vuelta a la rutina
tras la noche más larga posible,
tras anclarte a mis entrañas
para beber de la fuente de la vida,
tras confesarnos las verdades
y aferrarnos a la cruda realidad
de sabernos una y una
cada cual en su desgracia.

Que como dice Ismael Serrano
nunca me gustaron las despedidas.