Nada después del aullido
e insisto.
Busco desesperadamente
el hueco de un pecho
donde derretirme,
donde desbocar mi grito,
donde derramar el cáliz
que guardo recelosa,
donde desmontar mis huesos
en juego inocente
para volver a encajarlos
cual puzzle del diablo.
Mas nada después del aullido.
No hay opción a réplica.
No insistas.
Mi boca está vacía
y mis ojos sólo sangran,
de perpetuo algo arraiga en mi garganta,
me priva de la forma de llamarte
y me despido sin haber llegado a ser.
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