Presiento que en breve voy a caer. Estoy descendiendo de
nuevo por las escaleras de la angustia hacia no sé sabe dónde. Suerte de las
siete horas de rigor ocupadas por la obligación y las otras ocho o nueve que me
obligo a cerrar los ojos.
Siempre le echamos la culpa al vaivén de hormonas que supone
que nos visite la chica de rojo, no sé si realmente es eso o que ya toca… De
repente veo un simple programa de televisión y lloro. Me emparanoio con lo
idílico que presentan el plan y con la posibilidad de que yo nunca pueda
llevarlo a cabo. Hace años se despertó en mí el instinto maternal sobremanera
pero de unos años a esta parte me autoconvencí de que lo mejor era ni pensarlo
ni siquiera intentarlo (vaya herencia genética le iba a prestar al pobre que
viniera). Pero ahora veo que el tiempo pasa y que necesito lo que tantos
tienen.
¿Es malo? Más por lo que conlleva que por el simple hecho en
sí. Más por lo de compartir, por lo de darle sentido de una puta vez a algo en
esta puta vida, más por lo de no estar sólo en este circo romano y más por
luchar con alguien por algo. El problema es si no hay alguien alguno.
Desde hace un tiempo sólo quiero tener cerca alguien en quien
apoyarme en su hombro para llorar, alguien que simplemente escuche sin juzgar,
alguien a quien coger de la mano, alguien con quien compartir el silencio,
alguien con quien superar el asco, alguien a quien poder aportarle algo,
alguien con quien reír y alguien con quien perseguir la tranquilidad que tal
histérico corazón ansía.
Se hace difícil y con la edad más. Un día crees que lo estás
consiguiendo y otro te das cuenta de que todo era simplemente un cuento, un
espejismo, una mentira.
Y vuelves a maldecir que él no esté como hace año , sin
entenderlo pero desinteresadamente, cuando tienes ganas de llorar porque la
ansiedad te sale por las bóvedas oculares y por los oídos. Vuelves a pensar en
ella como única posibilidad, aunque no sea la solución. Vuelves a cobijarte
bajo los que tienes cerca sin el valor suficiente para darles las gracias por
todo y cómo sintiéndote una mierda.
Vuelves a mandar sms sin sentido.
Buscas ayuda desesperadamente.
Sólo quieres no estar
sola.
Te has dado cuenta de
que eres incompatible con tantas cosas y que tus miedos te impiden otras tantas…
pero esto no es nada nuevo.
Hoy sólo tengo ganas
de llorar y el psiquiatra me recomendó que cuando me vinieran estas ganas imperiosas de hacerlo lo hiciera sin preocuparme de que me pregunten que me
pasa. Es sólo una necesidad física.
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