a rebuscar por viejos calendarios
aquel cuerpo que un día tú quisiste.
Y pudiera yo andar, en una de esas noches,
por todos los caminos de tus venas,
y volver a perder cabeza y manos
en ese laberinto de tu pecho.
Si quisieras rehacer, como si fuera
otra vez el tiempo de los besos,
aquella sensación que nos mataba,
las tardes de café y de cigarrillos,
o simplemente, tan sólo simplemente,
el roce de unos dedos en la espalda.
Y yo pudiera ser el mismo hombre
que amaba aquella piel, el que vivía
pendiente de tus pasos y el teléfono.
Si buscaras en mí lo que no era,
el libro de poemas, viejos cines,
la eternidad de un nombre en una boca.
Y pudiera yo, en fin, dártelo todo,
regalarte este miedo de los lunes,
el cansancio del viernes,
y la luz del domingo. Este cuerpo deshecho
que apenas ya si puede sostenerte.
Mas no sé si podemos. Si la vida
puede escribirse otra vez. Ya no vivirla.
Sólo inventar de nuevo viejos días.
Sospecho que tú y yo sólo podemos
tener en el recuerdo
el refugio donde esconder nuestro fracaso.