Lunes, acaba la jornada,
la laboral hace horas
y rematado el libro de poemas
que compré hace una semana,
decido llamarte
después de no recuerdo ya
cuántos días van.
No contestas a ninguno
de los dos teléfonos
y tras ocho tonos
y una perdida
-que son nueve-
comienzo con mis elucubraciones.
¿Para cuándo el fin
de la sentimental jornada?
-insisto-
Ay, las malditas llamadas perdidas....
ResponderEliminargracias Rodolfo, me halaga tu lectura
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